miércoles, 29 de octubre de 2025

Liderar en tiempos inciertos: del control al propósito

Vivimos en una época que desafía nuestras certezas. Los líderes de hoy enfrentan un entorno cada vez más volátil, impredecible y complejo. Las reglas cambian, los caminos se bifurcan y las respuestas fáciles escasean. En medio de esta nueva realidad, una verdad se impone con claridad: el liderazgo tradicional —basado en el control, la jerarquía rígida y la planificación inflexible— ya no es suficiente.

Liderar en tiempos inciertos requiere una transformación profunda. No se trata de conocer todas las respuestas, sino de formular mejores preguntas. No se trata de controlar cada paso del proceso, sino de inspirar confianza y propósito en quienes caminan con nosotros.

Durante décadas, el ideal del liderazgo giró en torno a la figura del líder fuerte, seguro, casi infalible. Alguien que sabía a dónde ir y cómo llegar. Pero el mundo cambió y hoy estamos inmersos en una realidad que los expertos describen como VUCA (volátil, incierta, compleja y ambigua) o incluso BANI (frágil, ansiosa, no lineal e incomprensible). Es un mundo donde los planes se deshacen con rapidez y donde lo único seguro es el cambio constante.

Ante este panorama, los líderes enfrentan un dilema: aferrarse al viejo modelo de control o abrazar una nueva forma de liderazgo basada en el propósito, la adaptabilidad y la conexión humana. La buena noticia es que el liderazgo evoluciona. Y con él, quienes lo ejercen.

Cuando todo cambia a nuestro alrededor, necesitamos un ancla. Ese ancla hoy día es el propósito. Un líder con propósito no se define por los resultados inmediatos, sino por el impacto que quiere generar a largo plazo. Su liderazgo nace de una convicción profunda: hacer que su equipo, su organización y su comunidad avancen con sentido.

Liderar con propósito implica mirar más allá de las metas y los KPIs. Significa preguntarse —y preguntar al equipo—: ¿para qué hacemos lo que hacemos? ¿Qué contribución queremos dejar en quienes nos rodean? ¿Cómo nuestras acciones diarias construyen ese legado?

En momentos de confusión o crisis, es el propósito el que mantiene al equipo enfocado, motivado y alineado. Porque cuando el “por qué” está claro, el “cómo” se vuelve más accesible. Y el “qué” cobra un nuevo significado. Como dijo el escritor y motivador inglés Simon Sinek, "Cuando sabemos por qué hacemos lo que hacemos, todo encaja. Cuando no lo sabemos, tenemos que forzar las cosas para que encajen."

Una de las mayores habilidades que un líder puede desarrollar hoy es la empatía y eso requiere: escuchar con atención, conectar con autenticidad y comprender el estado emocional de su equipo. En tiempos inciertos, las personas no necesitan líderes que lo sepan todo; necesitan líderes que estén presentes.

He visto equipos completamente transformados cuando un líder decide mirar a los ojos, hacer una pausa y preguntar con sinceridad: “¿Cómo estás? ¿En qué puedo ayudarte?” Esa conexión genuina abre puertas que ninguna estrategia puede forzar. Porque cuando las personas se sienten vistas, valoradas y escuchadas, responden con compromiso, creatividad y resiliencia.

La adaptabilidad no significa renunciar al rumbo, sino aprender a ajustar las velas en función del viento. Como dijo George Ward: “El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas". Un líder adaptativo comprende que los cambios no son enemigos del progreso, sino aliados del crecimiento. Y en vez de resistirse, los integra en su estrategia. Esto exige un equilibrio delicado entre firmeza y flexibilidad. Firmeza en los valores, en el propósito, en la visión compartida. Flexibilidad en los métodos, las decisiones tácticas y los enfoques del día a día. Un líder que sabe combinar ambos elementos se convierte en un faro en medio de la tormenta.

En mi recorrido acompañando líderes y organizaciones, he descubierto que, en los momentos más difíciles, lo que verdaderamente sostiene a un líder es su fuerza interior. Esa mezcla única de motivación personal y actitud positiva, se vuelve el motor silencioso del liderazgo auténtico. Y no es una emoción pasajera; es más bien, una elección diaria. Es la decisión de mirar hacia adelante con esperanza, de levantarse una vez más, de creer cuando todo parece incierto. Y ese líder contagia energía, inspira resiliencia y transforma los obstáculos en aprendizajes.

El liderazgo del futuro —y del presente— no se trata de mandar, sino de guiar. No se trata de imponer, sino de inspirar. No se trata de parecer invulnerable, sino de mostrarse humano. Un liderazgo consciente y evolutivo reconoce que no lideramos solo para alcanzar objetivos, sino para transformar vidas. En este nuevo paradigma, liderar implica acompañar. Ser guía, ser mentor, ser presencia. Significa construir entornos donde las personas puedan crecer, desarrollarse y aportar lo mejor de sí mismas. Y también implica el coraje de evolucionar, de aprender, de reinventarse como líder una y otra vez.

Si eres líder —de un equipo, una organización o incluso de tu propia vida—, te invito a hacerte estas preguntas:

  • ¿Estoy liderando desde el control o desde el propósito?
  • ¿Estoy escuchando más de lo que hablo?
  • ¿Estoy siendo adaptable sin perder mi dirección?
  • ¿Estoy cultivando la motivación y la actitud positiva que deseo ver en mi equipo?

Hoy más que nunca, necesitamos líderes humanos, conscientes y valientes. Líderes que abracen el cambio sin perder su esencia. Líderes que inspiren esperanza cuando todo se vuelve incierto. Líderes que, en lugar de controlar el viento, aprendan a navegar con sabiduría. Porque, al final, liderar en tiempos inciertos no es una tarea de perfección, sino un acto profundo de presencia, propósito y compromiso.

“En tiempos de incertidumbre, no lideres desde el miedo. Lidera desde el propósito,con la fuerza de tu presencia y la luz de tu visión.” -
         
Luis Vicente García

 

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