Un viaje energizante,
enriquecedor, diferente; un viaje en parte a algo desconocido pero que a uno lo
llena de una nueva visión, de ganas de cambiar y de hacer cosas diferentes; de
aprender, estudiar, mejorar; en fin, una gran aventura.
Atravesar cataratas de 100-120 metros de largo – por detrás
donde vemos el agua caer delante de nosotros; pasear por la laguna de Canaima
viendo algo realmente espectacular; ver como de solo pequeñísimas corrientes de
agua (que están por todas partes) se van formando pequeños riachuelos que se
unen entre sí y con miles de otros para ir formando caños, ríos pequeños que se
van uniendo en lo que luego termina siendo los ríos Caroní y Orinoco. Frente a
nosotros el río Carrao, cuyo color es de una profundidad inimaginable; su
sabor lleno de las purezas mismas de sus riquezas que salen de las hojas
milenarias de esa bella Selva Tropical; y a todo eso los Indios Pemones, quienes
habitan esas tierras nos dicen: que esa es agua que purifica.
Cruzando ríos y cascadas, viendo lo vasto de esa selva
inmensa, entendiendo que las cosas simples y más complejas de la naturaleza hay
que disfrutarlas; entendiendo que el cuido y la conservación de la naturaleza es
trabajo de todos; escuchando los diferentes sonidos del viento y de los animales
o viendo una planta que quizás tenga cientos de años. En verdad quizás si
fuimos a un mundo perdido; un mundo salvaje y especial que conserva su
naturaleza maravillosa; un mundo en el que el tiempo se detiene y te dice ‘disfruta
el momento’.
Caminar, pasear, reflexionar, observar o tan solo sentarse a
ver ese horizonte que termina en espectaculares Tepuyes, es en una sola palabra pura ENERGÍA! Sí, energía al
nivel máximo que podemos experimentar.
Y al regresar con un nuevo espíritu renovado o más bien
repotenciado es que puedo decir, que la aventura continua!
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