miércoles, 30 de abril de 2025

El Viaje Vale la Pena: Cuando el Béisbol es Más que un Juego

⚾️ Hay decisiones en la vida que uno no puede postergar…
Y ver un juego de béisbol en vivo es, sin duda, una de ellas.

El calendario marca abril, los estadios se despiertan, las gorras vuelven a salir del clóset, y algo se activa en el corazón de todo fanático: la promesa de un nuevo comienzo. Una temporada más para soñar con victorias imposibles, para celebrar jonrones que cruzan el cielo y para creer, como cada año, que “este sí es nuestro año”.

Unos amigos decidieron manejar 10 horas solo para ver un juego de pelota en Denver. Salieron de Oklahoma City a las 4:00 a.m., con la esperanza de llegar a tiempo para el primer lanzamiento —porque, claro, todo fanático sabe que perderse el primer pitcheo es casi pecado capital. El camino no fue fácil: lluvia casi todo el trayecto, la carretera completamente desierta (“¡No hemos visto un alma!”, escribieron), y una oscuridad espesa que hacía parecer que el mundo dormía… menos ellos. Para colmo, iban engripados. Pero entre estornudos y congestión, se dijeron: “Seguimos congestionados, pero vamos mejorando… nos hace falta dormir… hoy lo haremos…” (pero después del juego, imagino yo). Y así, sin excusas, siguieron adelante. Porque cuando se trata de béisbol, el compromiso es real… y la pasión también.

El viaje transcurre entre cafés y carcajadas, recorriendo millas con una mezcla de emoción, cansancio y esa alegría inexplicable que solo un fanático conoce.
¿Una locura? Puede ser. ¿Una aventura? Sin duda. ¿Valió la pena? Siempre lo vale. Algunos dirán que es una exageración, pero para quienes amamos el béisbol, es simplemente una gran idea.

Porque no se trata solo de ver a tu equipo favorito. Se trata del ritual: la gorra ajustada, el hot dog en una mano y la esperanza de un jonrón en la otra. Se trata de gritar cuando la bola vuela por encima del jardín central o cuando hay una gran atrapada. Se trata de mirar al cielo en la séptima entrada y cantar con extraños como si fueran viejos amigos.

Un juego no es cualquier juego, es el juego; es ese juego. El primero, el siguiente, el nuevo de la temporada. El que abre la puerta a nuevas oportunidades y a la posibilidad de llegar al playoff y, por qué no, a la Serie Mundial. El que devuelve la esperanza a los que llevan un equipo en el alma (y hay equipos que se tejen en el corazón). Es el juego
que te hace sentir que la vida —por un momento— tiene el ritmo perfecto de una entrada completa: inicio, tensión, emoción… y cierre con ovación de pie.

Sí, claro, hay quienes no lo entienden.
Te preguntan por qué viajar tanto, por qué el apuro, por qué el riesgo. Está el tráfico, el cansancio, el regreso tarde.
Y la respuesta siempre es simple: porque el verdadero fanático no lo piensa, lo vive.

Pero también está la magia.
Y esa no se vive desde el sofá.

Para muchos, el béisbol es solo un deporte.
Para nosotros, es una tradición, una historia compartida, una celebración de la vida.

La vida pasa rápido. Pero hay momentos que se quedan contigo para siempre.
Y muchos de esos momentos...
Se viven en un estadio.

Porque el béisbol no es solo un deporte.

Es una razón para vivir intensamente, aunque sea por nueve entradas.

Luis Vicente Garcia

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