Hay días en que estamos realmente felices y no nos damos cuenta de ello, pero solo hace falta un detalle, un cambio en nuestro rumbo, para que sepamos que no aprovechamos la felicidad que tenemos a nuestro alrededor. Siempre nos quejamos, de todo. Que si hay calor o hay frío, que si tengo mucho trabajo o si me duele algo o si me incomoda alguien o si no tengo el espacio que necesito. Siempre inconformes, siempre quejándonos con nosotros mismos, con los demás, de los demás y así se nos van los días, uno tras otro.
La verdad, no nos damos cuenta de la cantidad de cosas bellas que tenemos a nuestro alrededor, de la maravilla del mundo en el que vivimos o de lo que increíble que es la gente que nos rodea. No nos damos cuenta, hasta que ya no los tenemos, hasta que no vemos ese mundo, hasta que perdemos a esa persona o a ese ser querido. ¿Cuántas veces quise llamar a ese amigo que nunca llamé, o no visité a ese compañero que nunca visité o no escuché a esa tía que nunca escuché?; ¿Cuántas veces perdí el norte de mi vida, el rumbo del camino o lo esencial de lo que más importa en mi vida? A veces nos recordamos de ello brevemente, pero es tan solo un recuerdo que se disipa con el despertar de un nuevo día y a la final, regresamos a nuestra rutina diaria, como si nada hubiera pasado, pero con el dolor interno de encontrarnos en una situación diferente, sin ese gran amigo que ya no está, o ese ser querido que ya se me fue.
Pensemos en quienes tenemos aquí con nosotros y en todo lo que podemos hacer por ellos, en todo o en lo poco que podemos contribuir para que sus vidas sean más fáciles y felices y así la nuestra también será más feliz y alegre. Nada da mas alegría que dar, pues al dar sabemos que recibiremos algo a cambio: una sonrisa, un abrazo, un cariño o un gran amor.
Siempre es duro preguntar el porqué, el no entender porqué pasó y porqué debió ser. Solo Dios sabe el porqué verdadero y solo El nos ayudará a soportar el peso de un dolor que aparenta ser inentendible. Solo el tiempo nos podrá explicar y ayudar a sanar esas heridas que solo nosotros entendemos y llevamos por dentro y serán los recuerdos los que mantendrán nuestra memoria los ratos agradables, las risas interminables, los buenos consejos y todas las cosas bellas de aquel quien ya dejó este mundo para ir, como siempre me dijo, a un lugar mejor.
En memoria a mi tío Víctor Antonio.
Hoy es un día para recordar y en un próximo día seguiremos motivando.
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