De
verdad lo debo decir de nuevo: ¡no me quiero acostumbrar!
En un mundo que avanza mucho más rápido de lo
que pensamos y sabemos, en el que las innovaciones en la ciencia y la
tecnología van a una velocidad como nunca en la historia había ocurrido, no me
quiero acostumbrar a que en mi país vayamos también con una velocidad asombrosa
pero con el rumbo equivocado.
En un país donde deberíamos estar hablando de crecimiento,
productividad, rendimiento y bienestar, no me puedo acostumbrar a que el único
tema de conversación sean las colas, la escasez, la inflación y la inseguridad.
Siendo parte de un continente en el cual - con
sus tropiezos de la historia - los países que lo conforman mantienen en su
mayoría un espíritu democrático, no me quiero acostumbrar a que se nos impongan
a la fuerza un pensamiento y una ideología que son contrarias al progreso y
desarrollo en los que la mayoría de los países están enfocados.
No me quiero acostumbrar a vivir bajo un
sistema de controles incontrolables, que fomentan la corrupción y el cierre de
empresas y que han detenido la creación de una economía dinámica y productiva y,
sobre todo, sin visión para el futuro.
No me quiero acostumbrar a vivir en un país en
el cual, en vez de colaboración, se haya creado una cultura de separación y
enemistad entre sus habitantes.
No me quiero acostumbrar a estar en una
sociedad donde ya hay miedo de hablar y opinar, donde nos limitamos a salir por
la inseguridad, donde nos cortan el agua y la luz y, peor aún, la esperanza. Yo
de verdad no me puedo acostumbrar.
Y tampoco me puedo acostumbrar a que se nos
diga qué y cuándo consumir, qué y cuándo producir, qué y cuándo estudiar y
trabajar y hablar, o peor aún, cómo quiero yo en lo personal y en lo
profesional ver mi futuro, el de mi familia, el de mi sociedad.
No; no
lo quiero y no lo acepto.
No lo
puedo aceptar.
Mi
futuro es mío y lo decido yo.
Y es que
el futuro es tuyo y de nadie más.
Tú, yo y todos juntos, por ende, somos quienes
debemos definir lo que en realidad queremos, cómo vemos nuestro futuro y somos
quienes debemos tomar siempre las mejores decisiones; somos quienes debemos
actuar. Nadie más. No podemos vivir la vida de otros y menos de quienes nos
imponen una ideología que no solo no funciona sino que nos lleva a un
precipicio y una eventual catástrofe. Ese no es el país que merecemos; eso si,
´debemos trabajar muy fuerte y con seriedad y gran esfuerzo para alcanzar el
país que nos merecemos.
Tu futuro depende de ti; de nadie más. Y como
no me quiero ir de mi país, por eso y por mucho más es hora de decir, 'no
me quiero acostumbrar'.
Luis
Vicente Garcia Giliberti
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