Hoy fue un día muy triste, quizás más de lo normal. Hoy falleció
un estudiante, de esos que nos tocan de cerca. Me entero cuando mi hijo me dice
“papá, era de mi universidad”, le leo
cuando un amigo me cuenta “fue mi alumno”
y alguien más escribe “estudiaba con mi
hijo”. Detengámonos a pensar, pudo haber sido cualquiera de nosotros. Pero,
¿Por qué?
A veces no sentimos nada, en ocasiones pareciera que
sentimos demasiado. Será que ya no nos duelen las cosas. Hemos creado una
especie de caparazón que nos evita mostrar nuestros sentimientos, que solo nos
lleva a criticar a los demás. Hay que pensar y entender por qué están pasando
estas cosas en mi patio; sí, aquí mismo en el patio de mi casa. En ese lugar
por el que paso todos los días, o ese lugar al que ya le paso sin darme cuenta.
Pero es allí donde se cruzan la maldad con la indiferencia, es allí donde la
injusticia cobra vida.
Ese joven no tendrá futuro, esos padres no lo verán crecer.
Una vida que no debe ser olvidada. No nos podemos rendir. No nos podemos detener.
La libertad es demasiado importante para dejarla en manos de otros. Hay que
seguir luchando, con ganas, con esfuerzo, con esa pasión que nos caracteriza.
Ojalá no volvamos a escuchar esas frases sino por el ritmo
normal de una vida bien vivida y no por el caos de una bala o de una bomba mal
habida. Vivamos en paz y en armonía, con nuestras diferencias y similitudes,
con nuestras discrepancias y aciertos, pero por favor, vivamos.
Luis Vicente Garcia Giliberti
@LVGarciaG
26/04/2017
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